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Conmoción: se filtraron las terribles pruebas que acorralaron al femicida de El Bolsón

 Un llamado antes de las 9 del jueves encendió las alarmas en la comisaría 12 de El Bolsón. Desde Belisle, un joven pedía ayuda urgente para su hermana Carolina Abigail Calfular. “Algo malo está pasando”, advirtió. Casi al mismo tiempo, un vecino llamó al 911 denunciando una situación violenta en la misma dirección.

Dos policías acudieron a la vivienda, ubicada en Inacayal 786. Golpearon la puerta. Desde adentro salió Julio César Gutiérrez, quien aseguró que Carolina ya no estaba, que se había ido a la iglesia tras terminar la relación. Pero su nerviosismo y unas manchas de sangre en su ropa hicieron dudar a los agentes. Le pidieron su DNI. Cuando regresó, traía dos celulares. Y entonces, la frase que lo delató: “La chica está muerta”.

LA VIOLENCIA QUE NO TERMINÓ

La fiscal jefa Betiana Cendón reconstruyó el horror vivido por Carolina la mañana del 13 de febrero. Explicó que Gutiérrez la atacó en la calle, la sujetó del cabello y la arrastró al interior de la casa. Adentro, la golpeó brutalmente en el rostro y el cuerpo, y usó un caño de gas para destrozarle la cara.

El informe preliminar de la autopsia reveló que Carolina sufrió fracturas en el rostro, la destrucción de los ojos, la nariz y la boca. Mientras la atacaba, el femicida también la asfixió con sus propias manos. Pero antes del fatal desenlace, la joven logró enviar un mensaje de audio desesperado a sus hermanos. Se escuchan gritos y golpes.

LA FAMILIA, ROTA POR EL DOLOR

En los Tribunales de Bariloche, el padre y los hermanos de Carolina escuchaban en la primera fila. El hermano que la llevó a vivir con Gutiérrez el domingo anterior no podía contener su bronca.

Carolina había conocido a su agresor por redes sociales. Viajó desde Chimpay hasta El Bolsón con la ilusión de una nueva vida. Gutiérrez le prometió amor. Le juró que la cuidaría. Días después, la asesinó con una brutalidad inconcebible.

El padre de la joven no podía dejar de mirar al hombre que, semanas atrás, le había dicho que quería casarse con su hija. Ahora, ese mismo hombre escuchaba en silencio cómo la fiscal lo acusaba de femicidio, un delito castigado con prisión perpetua.

En la audiencia, Gutiérrez no declaró. Apenas musitó un “sí” cuando el juez le preguntó si había entendido la imputación. La fiscal presentó una catarata de pruebas en su contra: el acta policial, los testimonios de testigos, el peritaje de Criminalística y el espeluznante audio de WhatsApp.