Matías “el Colo” Neusch a los 12 años realizó el primer robo de su amplio prontuario. “Dame la bicicleta”, se aventuró a decir y así cometió su primer acto delictivo. Y así comenzó un camino que lo llevaría a realizar robos más audaces, desde estaciones de servicio hasta supermercados.
Después de llevar a cabo al menos una decena de robos, en el año 2010, la justicia decidió que ya era suficiente y lo condenó a siete años de prisión. Sin embargo, fue en ese período de encierro donde el destino de Matías dio un giro inesperado.
Es que tras pasar por once penales, en 2012, llegó a la Unidad Penitenciaria N° 48 de San Martín. Allí conoció a Los Espartanos, el equipo de rugby creado dentro de la cárcel en 2009 por el abogado Eduardo “Coco” Oderigo, y su historia dio un giro radical.
Terminó la escuela primaria, aprendió a rezar el rosario, a saludar con un “buen día” y a dar las gracias. “Antes yo era un maleducado. Todo lo que soy es gracias a ellos”, reconoció en diálogo con Infobae.
El 11 de enero de 2017, Matías terminó de cumplir su condena y quedó en libertad. La Fundación Espartanos lo ayudó a reinsertarse y comenzó a trabajar en una hamburguesería. En paralelo, él mismo fue a golpear las puertas del Ministerio de Trabajo bonaerense y consiguió un puesto como administrativo.
Y como una paradoja de la vida, consiguió en 2018 trabajo como playero en una estación de servicio YPF, ubicada en la intersección de la Ruta Nacional 8 y la 202, en San Miguel, donde había robado en el año 2009.
“Yo no podía creerlo. Por suerte, los empleados que trabajaban ahí ya no eran los mismos”, cuenta.
La propuesta laboral llegó en la Feria del Libro 2018, después de la presentación de No permanecer caído (Editorial Logos), el ejemplar de Federico Gallardo que recopila historias de integrantes de Los Espartanos.
Tras escuchar su historia, un representante de YPF se interesó en él y le ofreció trabajo en el marco del Programa de Empleabilidad para la Inserción Socio-Laboral. Lo insólito fue que lo asignaron a la misma estación de servicio que él había asaltado una década atrás.
“Yo no podía creerlo. Por suerte los empleados que trabajaban ahí ya no eran los mismos”, cuenta. “Al principio me pusieron un tutor que me enseñó todo: desde servir café hasta acomodar góndolas, cargar gas y nafta”, dice. Estuvo allí hasta 2022. Luego, mientras construía su propio departamento, se independizó y comenzó a trabajar como chofer en una aplicación.
Actualmente vive en Tortuguitas con tres de sus seis hijos, se desempeña como encargado de mantenimiento de un paseo de compras y dice que está en paz con su vida. “Me tatué la frase que nos dijo el Papa Francisco cuando conoció a Los Espartanos: ‘En el arte de descender, lo importante no es caer, sino no permanecer caídos’. Eso resume mi día a día”, dice. “Un poco más abajo le agregué un ‘Gracias Coco’ porque sin él nada de esto hubiese sido posible”, aseguró.
Editada y redactada por un periodista de ADNSUR