Juan Martín “Tinti” Escobar, “el Gaucho” Leonardo Bonazzola, Katsuo Yamaguchi y Miguel Jones son algunos de los pilotos profesionales que se formaron en el Aeroclub de Comodoro Rivadavia, la institución que cumplió 90 años de vida y que prepara una gran celebración para el próximo fin de semana.
Se trata de uno de los aeroclubes más importantes de Argentina, por su desarrollo y su crecimiento constante. En la actualidad, el club de aviadores cuenta con 5 aviones propios, seis hangares, tres simuladores, más de 100 socios activos, más de 40 vitalicios y otros 40 estudiantes que se están formando en la histórica escuela que da vida a la institución, todo un récord para este año.
A lo largo de su historia, su pista y sus cielos han formado aviadores de todo tipo, desde hombres que quieren volar por pasión a la actividad, hasta pilotos profesionales que se dedican a la aviación comercial, contra incendios o a la actividad privada, como es el caso de Leandro Murugarren, quien creó su propia aerolínea con la que realiza vuelos turísticos y privados y sueña con hacer vuelos sanitarios.
El inicio de una gran historia
El Aeroclub tiene una gran historia de gente apasionada por los aires que decidió impulsar la actividad en una región donde predomina el viento, el frío y las distancias son más largas que en otros puntos del país y del mundo.
La institución se fundó en 1935 y tiene como antecedentes las actividades del Club de Planeadores Cóndor y el trabajo de la Compañía Aeropostal, que tuvo como precursores de la aviación en la región a Jean Memoz, Próspero Palazzo, Ricardo Gross, Domingo Irigoyen y Luro Cambaceres.
Fue el doctor Washington Varado quien propuso crear un aeroclub en Comodoro Rivadavia, encontrando buena aceptación en sus pares, principalmente en Palazzo, cuenta el libro de los 70 años de la institución.
Para poder fundar el club, los incipientes integrantes buscaron colaboración en los comercios de la época, que realizaron las primeras donaciones para su conformación. El ingeniero Óscar Wegner, propietario de un avión, por su parte, realizó los primeros vuelos a beneficio para poder recaudar fondos, un empujón fundamental, no solo en la parte económica, sino también para mostrar a los habitantes del pueblo el potencial que tenía la actividad y lo que representaba en una época en que hasta el auto y la radio eran una novedad.
Finalmente, el 25 de abril de ese año, el Aeroclub tuvo su primera reunión, convocada por Palazzo, Varando, el médico Washington Etchegaray y el ingeniero Luis Messone. Así, surgió esta histórica institución que hoy cuenta con un grupo de más de 35 socios que día a día trabaja en el crecimiento del club, una tarea ad honorem que solo se realiza por pasión.
Al momento de su fundación, el club contaba con 52 socios y despertó una gran curiosidad en el pueblo. Palazzo, en sus tiempos libres, acompañado por su hermano Vito y Emilio Castro, fue el instructor de la primera promoción que se graduó dos años después, en septiembre de 1937.
Por ese entonces, ia institución ya había adquirido su primer avión y montado un hangar que luego fue trasladado a las nuevas instalaciones del Aeroclub, donde aún hoy permanece en pie, siendo un edificio histórico de la institución y de la ciudad.
Es que el Aeroclub, en sus primeros años funcionó en km 9, hasta que en 1959 la Fuerza Aérea decidió que saliera de la base militar. Finalmente, esa intención se concretó a fines de 1963, cuando la Dirección Regional de Circulación Aérea y Aeródromos del Sud dispuso la clausura de la pista por considerar que las actividades afectaban el normal desenvolvimiento de la aviación comercial y militar.
Por ese entonces, sus socios ya realizaban gestiones para poder tener un lugar propio donde desarrollar la actividad. Cuenta la historia que inicialmente accedieron a un terreno en las cercanías de la institución. Sin embargo, el mismo luego fue cedido a una petrolera y hubo que buscar nuevos cimientos. Así, el Municipio le vendió a un valor simbólico un descampado ubicado en la Ruta Nacional N° 3, entre lo que es el autódromo y en las cercanías del arroyo La Mata.
El 22 de abril de 1962, bajo la presidencia de Alfredo Nappi, se colocó la piedra fundamental para iniciar su desarrollo. Se desmalezó el lugar, se trasladó el hangar y en abril de 1964 se inauguró el Aeródromo 13 de Diciembre, en homenaje al Día del Petrolero. Esa mañana, Nappi, en su discurso, dijo una gran frase que de alguna forma sintetiza el espíritu del club: “El aeroclub no será nunca propiedad de nadie, sino una entidad para todo el pueblo de Comodoro Rivadavia”.
Diferentes hitos marcan la vida de la institución, desde la inauguración de las nuevas pistas en abril de 1969, el balizamiento eléctrico en 1971, hasta la inauguración de la sala de pilotos y la torre de control. Por supuesto, también está la creación de la subcomisión de Aeromodelismo, en 2001, por impulso de un grupo de personas que comenzó a indagar en la actividad de la mano del aeromodelista Martín Páez, allá por la década de 1980 en la famosa “Laguna”, a metros del Aeroclub.
La institución forma parte de la historia fundamental de Comodoro Rivadavia y la región. Gabriel Zubimendi (60), su presidente, no duda en asegurar que es uno de los aeroclubes más importantes de la zona. “Yo creo que este club es el más grande de la Patagonia. Quizás nos gane un poquito Ushuaia, pero nosotros estamos muy bien posicionados en Argentina: en cantidad de aviones, cantidad de socios, cantidad de vuelos y penetración en la sociedad.”
El cirujano, en 1996, se sumó al Aeroclub. Siempre le había llamado la atención la actividad y, un día, en su consultorio, vio un anuncio en Diario Crónica y decidió ir por ese sueño que había tenido toda la vida. “Había un cartelito que decía que el Aeroclub llama a inscripciones, vine y empecé, y la mayoría llegamos de la misma forma”.
“El 98% de los que están aquí empiezan de grandes. Ya sabés que no vas a hacer la carrera profesional de vuelo, venís de otra profesión, pero el vuelo te gustó siempre”.
“En mi caso, cuando era chiquitito, vivía en Los Antiguos y aparecía un avión y nos íbamos a ver dónde estaba. Una vez que comencé a trabajar y se me dio la oportunidad económica y social de que hubiera un club, comencé, porque se tienen que dar un par de factores”.
Como dice Zubimendi, muchos socios llegaron de la misma forma a la institución, aunque en otros casos lo mamaron desde chicos por la pasión de sus padres. En el caso de Franco Domínguez (38), el tesorero y uno de los sub 40 de la comisión directiva, llegó como Zubimendi.
Hace 7 años, Domínguez se acercó al club, luego de que un compañero de escuela de la infancia lo invitó para visitar la institución. Como al cirujano siempre le había llamado la atención volar y no dudó. “Siempre me gustó, de chiquito, pero nunca tuve la oportunidad económica ni el tiempo para hacerlo, porque son actividades que demandan tiempo y conocimiento si las quieres hacer como corresponde. Pero un día me junté con Mauro Trabelli, un instructor muy querido, compañero mío en el Deán Funes, y me invitó a acercarme a volar. Le mandé un mensaje, vine y dije: “esto es lo que quiero, así arrancamos”.
Carlos Correa, Andrés Iracheta, Carlos Lorenzo, Guillermo Rearte, Daniel Bizeta y Cristian Abregu son algunos de los tantos pilotos que acompañan el día a día de la institución.
Franco coincide con Zubimendi: es un club grande en comparación con otras instituciones de este tipo que hay en el país. “Es un club grande; la gente que viene de afuera ve la infraestructura que tenemos y se sorprende, porque en otros lados hay un avión y un hangar, y acá tenés salón, quincho, tres simuladores, y constantemente estamos en crecimiento”, dice con orgullo.
EL LEGADO CONTINÚA
En el año de sus 90, el Aeroclub mantiene su esencia intacta. Como dicen sus integrantes, la razón de ser de este tipo de institución es la formación de nuevos pilotos y, en la actualidad, 40 personas realizan el curso para sumar las famosas horas de vuelo que les permiten obtener la licencia habilitada por la ANAC (Administración Nacional de Aviación Civil).
“Si se reciben 20 alumnos, sería un récord absoluto para el Aeroclub”, dice orgulloso Domínguez al hablar sobre lo que sucede este año. “Usualmente tardan entre un año y un año y medio en obtener la licencia, porque todo depende de cada uno. En total, se deben sumar 40 horas de vuelo reloj, entre horas de vuelos locales y horas de vuelos de navegación, es decir, de un punto a otro. Y luego se debe rendir ante la ANAC una evaluación teórica y práctica y obtener la licencia para poder volar.”
Ser piloto implica conocer todas las variables que pueden suceder en el aire, desde la presión atmosférica hasta cuestiones mecánicas y humanas que se deben analizar, todo siempre bajo parámetros óptimos de seguridad. La obtención de la licencia comienza con la cursada de un curso teórico introductorio que tiene contenidos de meteorología, principios de funcionamiento de motores, aerodinámica, mecanismos, electricidad, seguridad, entre otros.
Luego, un examen determina quién está capacitado para realizar las prácticas de vuelo, y una vez que se aprueba, comienzan las prácticas en el aire. En cada clase, el alumno va acompañado por un instructor que siempre se sitúa a la derecha del piloto, en un avión de doble mando, y entre la hora 10 y la hora 20 de vuelo se produce un momento culminante en la trayectoria de todo piloto: el momento de volar solo, sin instructor.
En la actualidad, el costo del curso es de 200.000 pesos por hora de vuelo e incluye el avión, combustible, mantenimiento, instructor y la cuota del club.
La licencia de piloto permite volar en forma individual, como quien obtiene la licencia de conducir un vehículo, pero muchos aspiran a más.
Zubimendi cuenta que llegar a las 200 horas te permite rendir el examen para obtener la licencia de piloto comercial y cobrar por tu trabajo, ya sea en un vuelo publicitario o en el traslado de personas. Mientras que al llegar a las 500 horas, se puede rendir el examen para ser instructor.
“Ese es el gran objetivo de todos los pilotos: llegar a las 500 horas, que no es fácil”, dice el actual presidente de la institución. “Ahí te cambia el panorama porque si vos tenés cinco alumnos y cada uno vuela 40 horas, todas esas horas se suman al instructor y es un paso muy grande para aquellos que quieren hacer carrera de piloto. Pero también llegar a esas 500 horas requiere una inversión importante”, admite.
Por supuesto, en la aviación hay quienes buscan volar los cielos y seguir difundiendo y contagiando la actividad, y hay quienes buscan hacer carrera, como Tinti Escobar, Jones, Yamaguchi, Bonassola, entre otros. Todo depende de cada uno.
El año pasado falleció el último socio fundador del club, Marcelo Simeoni. Sin embargo, de alguna forma, el legado de la institución sigue intacto: formar pilotos y fomentar la seguridad aérea para que la institución siga creciendo de la mano de los aviadores más experimentados, pero también de las nuevas camadas, aquellas que continuarán con el desarrollo del Aeroclub, esta institución histórica de la ciudad que, en sus 90 años, quiere seguir creciendo.