A principios del siglo XX, Comodoro Rivadavia era poco más que un caserío de medio centenar de familias. La desolación del paisaje patagónico contrastaba con una actividad que mantenía a todos expectantes: la búsqueda desesperada de agua. Para eso, el gobierno había enviado una máquina perforadora alemana, con la esperanza de dar con algún reservorio en el subsuelo. Ya se habían excavado 170 metros sin éxito cuando, el 13 de diciembre de 1907, a los 540 metros ocurrió lo impensado: en lugar de agua, brotó un líquido negro y espeso. Era petróleo.
El hallazgo fue comunicado de inmediato a la Dirección de Hidrología, Geología y Minas del Ministerio de Agricultura. El gobierno, liderado en ese momento por José Figueroa Alcorta, reaccionó con rapidez y decretó la reserva de cinco leguas a la redonda del pozo. El Estado asumía, desde el inicio, un rol central en el manejo del nuevo recurso. Lo que había nacido como un error de cálculo se convertiría en una oportunidad estratégica para el país.
Aunque los primeros indicios de petróleo en Argentina datan de 1865, cuando se debatió el tema en el Congreso, fue recién con este hallazgo en Comodoro Rivadavia que la explotación comenzó a tomar forma concreta. El presidente Hipólito Yrigoyen comprendió pronto la magnitud del descubrimiento y se propuso sentar las bases de una política petrolera nacional. Envió varios proyectos al Congreso para establecer un marco legal que garantizara la soberanía sobre los yacimientos y propuso la creación de un organismo específico para la explotación estatal del recurso. Sin embargo, el Congreso, dominado por la oposición conservadora, bloqueó cada intento.
El 3 de junio de 1922, frustrado por la falta de avance legislativo, Yrigoyen firmó un decreto clave: creaba la Dirección General de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), bajo la órbita del Ministerio de Agricultura. Aunque no se trataba aún de una empresa autónoma, sentaba un precedente inédito en América Latina: por primera vez, un Estado asumía la exploración, producción, refinamiento y comercialización del petróleo.
El verdadero impulso llegaría meses más tarde, cuando el presidente Marcelo T. de Alvear, a instancias de su ministro de Agricultura Tomás Le Breton, designó al coronel ingeniero Enrique Mosconi al frente de YPF. Mosconi, militar de carrera y formado como ingeniero en la UBA y en la Academia Técnica de Prusia, tenía ideas claras: Argentina debía controlar todo el ciclo del petróleo, desde el pozo hasta el surtidor.
Con un presupuesto inicial de ocho millones de pesos y una estructura institucional desordenada, Mosconi inició una transformación sin precedentes. Ordenó las cuentas, promovió la autonomía administrativa de YPF y construyó infraestructura clave, como la destilería de La Plata (inaugurada en 1925), y una flota de buques tanques para transportar el crudo. Entre 1922 y 1929, la producción pasó de 348.888 a 872.171 metros cúbicos anuales. En agosto de 1929, bajó el precio de la nafta y forzó a las empresas extranjeras a seguir el mismo camino, demostrando que una empresa estatal eficiente podía marcar el rumbo del mercado.
Pero no todo fue progreso. Los intentos de nacionalizar completamente el recurso chocaban una y otra vez con los intereses de las multinacionales, en especial la Standard Oil, que maniobraba para obtener concesiones en el norte argentino. El gobernador de Salta incluso se adelantó a reservar tierras para la empresa estadounidense. Las disputas escalaron y el Congreso volvió a trabar el debate sobre la nacionalización. A pesar de los esfuerzos de los radicales y el apoyo parcial de los socialistas, el proyecto quedó empantanado en el Senado.
El golpe militar del 6 de septiembre de 1930 derribó a Yrigoyen y puso fin al sueño de una YPF nacional y autónoma en manos del pueblo. Mosconi, leal a su ideario y negado a colaborar con el nuevo régimen, fue desplazado y enviado a un oscuro cargo en el Ejército. Murió el 4 de junio de 1940, tras un ataque de hemiplejia. Aunque su figura fue invisibilizada por décadas, la historia lo reivindica como uno de los grandes arquitectos de la soberanía energética argentina.
UN DEBATE QUE SIGUE ABIERTO
Aunque durante años se repitió que el hallazgo de petróleo en Comodoro fue un accidente mientras se buscaba agua, el debate sigue abierto. El historiador local Daniel Cabral Márquez insiste en que los documentos oficiales y testimonios de la época confirman que el objetivo era justamente encontrar agua para la zona, lo que refuerza la teoría del hallazgo fortuito. En cambio, Federico Bernal —bioquímico y bisnieto de Enrique Hermitte, quien estaba al frente de la Dirección de Minas, Geología e Hidrología de la Nación en 1907— sostiene lo contrario: Bernal asegura que ya había indicios geológicos y que la perforación apuntaba a encontrar “kerosene”, como se llamaba entonces al petróleo. El contrapunto revive un viejo dilema sobre los orígenes de una de las industrias más influyentes del país.
COMODORO E YPF: UNA HISTORIA DE PETRÓLEO, DESARROLLO E IDENTIDAD
Comodoro Rivadavia se convirtió en el laboratorio social y productivo de esa revolución. YPF perforó, refinó y distribuyó combustible, pero también construyó barrios, hospitales, escuelas y clubes. El barrio General Mosconi creció como una ciudad dentro de la ciudad, con su propio ritmo, servicios y actividades. El Chalet Huergo funcionó como residencia de ingenieros y símbolo de una época dorada.
La llamada “gran familia ypefiana” marcó a varias generaciones. Las familias vivieron bajo el amparo de la empresa: tenían vivienda, salud, trabajo, formación y recreación. Las Olimpiadas de YPF reunían a cientos de trabajadores en torneos deportivos y culturales. El sentido de pertenencia tejió una identidad fuerte, basada en el esfuerzo, la técnica y el orgullo de pertenecer a un proyecto nacional.
Durante décadas, YPF sostuvo no solo la economía de Comodoro, sino también su vida social. La ciudad creció al ritmo de los pozos, los campamentos y la inversión pública. El Museo Nacional del Petróleo, ubicado junto al pozo descubierto en 1907, recuerda aquel comienzo que alteró la historia argentina.
Sin embargo, la privatización de YPF en los años 90 cambió drásticamente el escenario. La venta de la empresa a Repsol implicó despidos masivos, cierre de estructuras locales y la ruptura de ese entramado comunitario que había definido la vida comodorense. La ciudad entró en crisis, con altos índices de desocupación y la pérdida de referentes históricos.
En 2012, el Estado nacional recuperó la mayoría accionaria de YPF, pero la estrategia productiva viró hacia Vaca Muerta, en Neuquén. La Cuenca del Golfo San Jorge —y con ella, Comodoro Rivadavia— perdió protagonismo. Aun así, siguió siendo una región clave para la producción de hidrocarburos convencionales y no convencionales.
El 2 de junio de 2025, el presidente de YPF, Horacio Marín anticipó que YPF pondrá en venta el área Manantiales Behr, uno de los yacimientos históricos más importantes de la región. Además, señaló que la petrolera nacional proyecta un polo para el desarrollo del uranio en Chubut. El anuncio, publicado por ADNSUR, volvió a poner a Comodoro en el centro del debate energético nacional.
La ciudad que dio origen a la industria petrolera argentina, que vio nacer a YPF y que protagonizó un modelo de desarrollo estatal, atraviesa hoy un nuevo punto de inflexión. El futuro energético aparece fragmentado entre las energías tradicionales y las nuevas apuestas, mientras Comodoro se aferra a su legado para exigir un rol en el nuevo mapa productivo.
La historia del petróleo en Comodoro no solo cuenta un ciclo económico. Define una forma de vida, una identidad y una marca que sigue vigente. Desde el primer pozo hasta los anuncios actuales, la ciudad y el petróleo siguen escribiendo una historia compartida.