
Después de 18 años de servicio, la falta de rentabilidad y el contexto regional empujaron al cierre. Al menos 150 usuarios quedaron sin abastecimiento.
En lo que representa un fuerte golpe para la movilidad sustentable y para más de un centenar de usuarios locales, cerró definitivamente la única estación de Gas Natural Comprimido (GNC) en Comodoro Rivadavia, después de casi dos décadas de funcionamiento ininterrumpido.
La decisión, confirmada por el apoderado de la empresa, Sergio Kain, pone fin a un proyecto pionero que enfrentó múltiples obstáculos desde sus inicios. “Tuvimos que crear el mercado desde cero. En 2006, no existía el parque automotor con GNC en Comodoro. Fue un trabajo largo y con muchas barreras culturales”, recordó con evidente pesar.
El cierre no responde a un hecho aislado. Según Kain, el sector atraviesa una crisis estructural en toda la Patagonia. “En los últimos años cerraron estaciones en Trelew y Puerto Madryn. La de Río Grande es la única que sigue operando, pero con enormes dificultades”, detalló.
Tarifas en alza y subsidios desiguales
Entre los factores determinantes, el empresario señaló la escalada tarifaria y la competencia desigual con los combustibles líquidos, subsidiados en la región. “El GNC siempre compitió en desventaja. A eso se le sumaron subas constantes de gas y electricidad, sobre todo en los últimos dos años”, explicó.
La ecuación se volvió insostenible: “Nos enfrentamos a un combo mortal. Costos altísimos, poca demanda y un marco regulatorio que desalienta la inversión. Así es imposible continuar”, aseguró Kain.
Usuarios aislados: ¿a dónde cargarán ahora?
Uno de los aspectos más preocupantes es qué ocurrirá con los entre 100 y 150 usuarios que aún utilizan GNC en la ciudad. Con el cierre de la estación, la alternativa más cercana se encuentra a más de 600 kilómetros, en San Antonio Oeste, o aún más lejos, en Río Grande (Tierra del Fuego) y Bariloche.
“No es solo una cuestión económica, es un tema logístico y de seguridad. La distancia para cargar gas es inviable”, advirtió el empresario. Además, indicó que muchos propietarios han optado por vender sus vehículos o retirar el equipo por los altos costos de mantenimiento y las exigencias técnicas impuestas por ENARGAS, que elevan el precio de las instalaciones y desalientan la permanencia en el sistema.
El peso emocional de una decisión forzada
Más allá de los números, Kain hizo hincapié en el peso sentimental del cierre:
“No abrimos esta estación solo como un negocio, sino como un proyecto que aportaba a la diversificación energética y al cuidado del medioambiente. Costó mucho levantarla, con gestiones interminables y desafíos técnicos. Por eso, bajarle la persiana después de 18 años tiene una carga muy fuerte”.
Con tono resignado, concluyó:
“Nadie monta un emprendimiento para cerrarlo. Pero lamentablemente, en esta Argentina, está ocurriendo más seguido de lo que quisiéramos”.
Fuente: ADN Sur.
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